lunes, 29 de noviembre de 2010

Mi abuela, el yogur y el euro

A mi abuela la mató el euro. Murió el 2 de febrero de 2002. Justo un mes después de que ya no se pudieran usar las pesetas. No sabía leer. Era analfabeta vamos. Yo, a mis 16 añitos, intentaba explicarle trucos que había oído para calcular los precios, para calcular que un euro eran cientosesentayseiscomatrescientasochentayseis pesetas. Facilísimo vamos. Un día de enero se puso a llorar. Tenía miedo de que la engañaran en las tiendas. Mi tío Lolo empezó a ir con ella al 'mercao'. A la semana siguiente la fui a ver porque se había puesto mala, a los dos días la fui a ver al hospital, y al siguiente día fui al cementerio.

Antes de que a mi abuela la matara el euro, me contó muchas cosas. A veces cosas repetidas. Como la historia de cuando al Santi -mi tío, su hijo pequeño- se le cayó un yogur a la basura. La historia me la contaba tal que así: "Ay Luci, ten cuidado cuando te comas un yogur, no te vaya a pasar lo que le pasó al Santi, que cuando era pequeño fue a comerse un yogur y quiso tirar a la basura el líquido ese que te viene... ¡¡Ayyy!! -en este momento le entraba una carcajada que a veces acompañaba hasta con lágrimas- pobrecito mío... -otra carcajada-, en vez de tirar solo el líquido se le cayó el yogur entero". La historia me la contó muchasmuchísimas veces. No solo cuando comía yogur, también otras veces.

"Mi abuela ha'pasao' hambre"
, pensaba yo, "Abuela, tú has 'pasao' hambre", le decía. "Si hija, si", me respondía. Y luego me contaba cosas de cuando comían pan duro y así. Y de cómo se las ingeniaba para cocinar con pocos ingredientes. Después me daba consejos prácticos como freír sin que te salpique el aceite -echando harina- o que las albóndigas tengan su justa medida -lo que cabe de carne picá en el tenedor-.

Después de su muerte, me fui enterando de cosas que no sabía. Me enteré de que su hija no era del mismo padre que sus siete hijos. Me enteré de que su primer marido la había maltratado. Y de que había tenido narices para divorciarse. Me enteré de que estuvo aislada en un pueblo en la Guerra Civil. Me enteré de que mi abuelo, su segundo marido, nunca estaba en casa y, cuando estaba, estaba borracho. Pero de eso nunca me hablaba. Supongo que se evergonzaba o pensaba que era irrelevante. 

A las nietas las llevaba a la cocina. A los nietos les dejaba en el salón. "Que se entretengan ahí ellos" decía. Y se reía. Era tradicional mi abuela -por no decir machista-. Se llamaba Lucía y no iba de luto.

Ahora tendría 87 años.

martes, 9 de noviembre de 2010

El Perfume: historia de un asesino

Lei la novela de Patrick Süskind como a los 13. Aún recuerdo la sensación de malestar unida al morbo de seguir leyendo. El protagonista me repugnaba. Era un jorobado harapiento que, como un perro, olisqueaba todo y a todos.

Ayer o así vi la adaptación al cine que se hizo en 2006. Sorprendentemente, el protagonista no me repugnó. De hecho, considero a Ben Whishaw bastante atractivo. El típico jovencito delgaducho con cara mona. Por lo demás, el film es fiel al texto. Cuenta la historia de cómo Jean Baptiste Grenouille, abandonado en la basura al nacer pero dotado con un excelente olfato, sobrevive en la Francia del XVIII.

El personaje se obsesiona por la ausencia de olor propio y comienza una serie de asesinatos a vírgenes para arrebatarles su esencia y crear un perfume que conquiste a todos. Todo ello se intercala con detalles del mundo de los olores, algún punto de humor y orgías surrealistas.

A la peli le pongo un 7. Pero, una vez más, me quedo con el libro.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Paradojas

Si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja usa para tomarnos el pelo. Ha de ser, se me ocurre, el espejo que la historia. Ni el propio hijo de Dios se salvó de la paradoja. Él eligió para nacer, un desierto subtropical donde jamás ha nevado, pero la nieve se convirtió en un símbolo universal de la navidad desde que Europa decidió europear a Jesús. Y para más inri, el nacimiento de Jesús es, hoy por hoy, el negocio que más dinero da a los mercaderes que Jesús había expulsado del templo.

Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés. No era ruso José Stalin, el más rusos de los rusos; y el más alemán de los alemanes, Adolfo Hitler había nacido en Austria. Margherita Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita Mussolini, era judía. José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara había sido declarado
´completamente inepto para la vida militar' por el ejército argentino.

De manos de un escultor llamado Aleijadinho, que era el más feo de los brasileños, nacieron las más altas hermosuras del Brasil. Los negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro de la cárcel fue concebido Don Quijote, el más andante de los caballeros. Y para colmo de paradojas, Don Quijote nunca dijo su frase más célebre. Nunca dijo, ladran sancho, señal que cabalgamos.

.Te noto nerviosa., dice el histérico.Te odio, dice la enamorada. No habrá devaluación. dice, en vísperas de devaluación, el ministro de Economía. Los militares respetan la Constitución., dice en vísperas del golpe de estado el ministro de Defensa. En su guerra contra la revolución sandinista, el gobierno de los Estados Unidos coincidía, paradógicamente con el Partido Comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían sido, al fin y al cabo, las barricadas sandinistas durante la dictadura de Somoza: las barricadas que cerraban la calle, abrían el camino.

Eduardo Galeano, El Libro de los Abrazos, 1989