miércoles, 21 de marzo de 2012

Sándwich de pollo

Estoy en un aeropuerto. He llegado pronto, demasiado pronto, aún quedan más de dos horas para embarcar. Voy a comer un poco. No sé si por hambre o por hacer tiempo. O para hacer tiempo y así luego no tener hambre. O lo que sea. Son las 12.00 horas. Qué hora más rara. No es hora de nada, si te fijas. 

Elijo uno de los bares self service. Ese mismo. Pido un sándwich de pollo y una coca-cola (light). Me dan el 'seudobocadillo' envuelto en una bolsa de plástico. Los cubiertos, también. El plato y el vaso para servir el refresco son de plástico igualmente. Y la botella de 0,75 centilitros de cola americana, los sobres de ketchup, mayonesa y mostaza, así como la bandeja sobre la que todo se deposita, como ya habréis adivinado, mis queridos y audaces lectores, están hechos, efectivamente, a base de derivados del petróleo. Duros y blandos. Inflamables, en cualquier caso. En pocos minutos serán basura.

Un malestar me invade repentinamente. ¡Qué tentempié tan poco ecológico! ¡Cuántos desperdicios para tan poca hambre! Recuerdo este documental. Y maldigo el consumismo salvaje. Maldigo los productos de ‘usar y tirar’. Maldigo a quienes consumen “por hacer tiempo”. Maldigo las multinacionales y su poco respeto al medio ambiente. Maldigo la fast food. Maldigo el capitalismo y los países del Norte. Maldigo formar parte de un sistema tan repulsivo.

Pero me como el sándwich.

Lamento que apenas sepa a pollo.

domingo, 11 de marzo de 2012

Exploradora, cantante o periodista

Curiosa generación la que nos ha tocado vivir. Curiosa. Las 10.423.798 personas entre 18 y 34 años, según datos de mi apreciado INE, que vivimos en España estamos un poco desconcertados. Meto en el mismo saco este amplio abanico de edad siendo completamente consciente de lo poco que tiene que ver una chavala de 18 años con una mujer de 34. Lo hago por dos motivos: El primero es que El País hoy en un reportaje habla de una generación: los #nimileuristas, y utiliza esta franja de edad (a todo esto el periódico podría haber hecho el reportaje sin salir de su redacción, cada vez más precaria). El segundo es que la media entre 18 y 34 da 26, es decir, mi edad. Lo cual me viene muy bien ahora para hacerme la víctima.

Decía que nuestra generación era curiosa. Curiosa porque quizá seamos los jóvenes que mejor hemos vivido. Nos lo han prometido todo. Nos han dicho que estudiáramos 'lo que quisieramos'. Y, efectivamente, hemos hecho 'lo que nos ha dado la gana'. Porque somos los hijos de la generación que más progresó en menos tiempo. Nos han dado facilidades. Todas. Nuestros padres fueron de menos a más. Nosotros vamos de más a menos. No pasa nada. Todavía.

Oye, hemos viajado. Hemos aprendido idiomas. Hemos visto mucho cine y leído muchos libros. Estamos en contacto con la realidad como nunca antes.  Tenemos muchos, muchísimos (¿demasiados?), amigos. No paramos de hacer planes. No tenemos hijos. Ni, en general, queremos. Tampoco tenemos casa. No. No tenemos.

Bueno, de momento eso no nos preocupa. De momento lo que queremos es un trabajo. Un buen trabajo. Con un buen horario. Con un buen salario. Donde poner en práctica todo lo que sabemos (O donde, al menos, aprender que igual no todo es tan fácil como aprendimos en teoría). Que es mucho. Porque hemos estudiado 'lo que nos ha dado la gana'.

Pero de momento, nada. Algunos se supone que tenemos "suerte" (ejem). Cómo nos han engañado, oye. Nos lo prometieron todo... y ahora... ¿ahora qué? Ahora no tengo ni puta idea de lo que va a pasar. Y es muy desconcertante.

---

-Hija, ¿qué quieres ser cuándo seas mayor?
-No sé si exploradora, cantante o periodista, mama.

sábado, 10 de marzo de 2012

La noche estrellada

Atrapada por Morfeo me encontraba cuando Van Gogh, el pintor de girasoles, quiso matarme

-Empezaré por cortarte una oreja –amenazó-.
-Tú estás muy loco… ¡déjame! ¡vete! –me defendí– ¿A que voy y me despierto?
-No te despertarás…
-Sí lo haré…
-No lo harás… porque voy a pintarte.
-Ah… ¿ya no me quieres matar?
-Sí, pero primero te pintaré.
-Ni en broma.
-¿Por qué no? Será un honor para ti. Imagínate cientos, qué digo cientos, miles, cientos de miles de personas admirarán tu retrato en museos de todo el mundo. Analizarán cada detalle, pincelada a pincelada –el artista está tremendamente orgulloso de sí mismo, por lo visto-. Serías un cuadro de Vicent Van Gogh.
-No me convence… Esas personas podrían pensar que era puta o campesina, como la mayoría de mujeres que pintabas… 

-¡Psssst! ¡pssst! ¡Lucía!
-¿Es a mí?
-Sí, sí, a ti. ¿No te parece que estás poniendo demasiados puntos suspensivos?
-Mmmm, puede. Es que a veces los puntos a secas parecen demasiado contundentes. La gente no dice las cosas tan contundentemente.
-Tú no dices las cosas de manera contundente, la gente sí.
-¿Sí?
-Sí.
-Vale, me cortaré un poco con los puntos suspensivos, ¿puedo seguir?
-Sigue, sigue. 

-¿Qué tienen de malo las campesinas?
-No sé, no me gustan. Soy más bien urbana, mucho más moderna que todo eso.
-Jajajajaja. ¿Moderna tú? –qué carcajada más malvada, por favor-
-Hombre, soy unos 150 años más moderna que tú…
-Hasta donde yo sé, ‘una moderna’ como mínimo se pinta los labios de rojo, lleva flequillo y bolsos de Marilyn o Audrey, chapas en la ropa, gafas de pasta, zapatos de bailarina, bolsos de colores, horquillas y…
-¡Calla! Qué sabrás tú quién es Marilyn.
-Una rubia que está muy buena, la he visto un par de veces. Entre tú y yo, se lo tiene un poco creído.
-Me lo imaginaba, en realidad…
-Y sé que eres de Fuencarral. Y si al menos fuera de la calle… pero no. Eres de Fuencarral pueblo. Y eso no tiene nada de glamour ni es moderno, permíteme que te diga.
-Oh, qué ataque más gratuito.  Pero oye, en serio, ¿por qué sabes esas cosas?
-Solo sé que no eres ‘una moderna’. He visto que cuando te hacen fotos, siempre miras a cámara, lo que es el colmo de la no modernez.
-¿Adónde quieres que mire?
-No sé, hija. Al infinito, por ejemplo.

-Vale. Ahí se te acaba de ir un poco, reconócelo.
-¿Por?
-Lo de la modernez… en fin. Y además, Lucía, no puedes mencionar Fuencarral en todos tus post, queda mal.
-Pero es que Fuencarral es mi barrio...
-Ya lo sabemos. Lo dices todo el tiempo. Nos ha quedado claro. Así que para ya.
-Si yo no hablo de Fuencarral, ¿quién lo hará? Aunque parezca increíble, no somos tantos los blogueros del barrio.
-Lo que tú digas. ¿Y lo del ataque gratuito? Es hortera.
-No sé, me hace gracia. No había tenido ocasión de utilizar la frase.
-Pero es una estupidez de una serie española cutre.
-Oh, qué ataque más gratuito :)
-… Termina la historia, anda.

-Yo a ti te ‘molo’. No sé por qué atraigo tanto a los holandeses, en serio, siempre me pasa. Va a ser que me veis exótica. Dice mi madre que…
-Qué tonta eres, chata –me corta, pero por ahí ya no paso, me siento ofendida-.
-Y tú qué muerto estás –contraataco con una evidencia-.

El señor Vicent no le ve la gracia y quiere dejar de conversar. Saca entonces unas tijeras muy grandes y afiladas. Comienza la persecución. Corro. Él me sigue a poca distancia. Atravesamos varios campos de vivos colores, austeras habitaciones. También hay almendros en flor, girasoles y campesinas y putas que nos saludan al pasar. Hasta un esqueleto fumando nos dice “hasta luego”. Yo corro, corro y corro, hasta que llego a un sitio, no sé que es, pero caigo. Estoy cayendo… 

Son las 4.30 de un día cualquiera. Despierto de golpe, justo a tiempo para salvar la vida.  Me asomo a la ventana. La noche está estrellada. Y yo tengo ganas de vomitar.

-Bueno, tengo que decirte que estás fatal.
-Pero me quieres, ¿a qué si?
-No te creas.
-A todo esto, ¿tú quién eres?
-Pongamos que soy… tu corrector.
-¿Un hombre?
-No, no. Supongo que tengo que ser mujer. Tú no aceptarías tantas correcciones de un hombre.
-Ahí le has 'dao'.
-Oye, ¿esto lo has soñado de verdad?
-Pues…
-¿Me estás diciendo que has tenido entretenida a toda esta gente con un engaño?
-Yo tampoco diría eso.
-¿Qué dirías?
-¡Viva Honduras!
-¡Lucía!
-...
-Reconoce que has mentido a tus lectores. Ellos confiaban en ti y les estás decepcionando.
-Mentir es una palabra taaan fea.
-Dilo.
-Vale. Me he inventado la historia de Van Gogh. De principio a fin. Es que mis sueños no los cuento en internet, querida. ¿Contenta?
-Un poco.