martes, 30 de octubre de 2012

Una reflexión sobre Sandy

(El huracán, sobre la 'prota' de Grease solo puedo decir que su delgadez -e idiotez- extrema me ponía un poco nerviosa).



Sandy ha colapsado Nueva York, City of Blinding Lights, lugar desde donde escribo ahora. Ha parado el metro, el tren, los autobuses, ¡La Bolsa!, las escuelas. La fuerza del viento ha matado gente al desplomarse algún edificio, algún árbol e inundarse algunas zonas. Hay quien se ha quedado sin luz. Es una muy mala noticia.


Hasta aquí, de acuerdo. 

Además Sandy, como siguiendo un guión, ha hecho su aparición a una semana de las elecciones en EEUU, "el país más poderoso del mundo". Ha cundido el pánico y la noticia ha sido portada en periódicos de medio mundo, ha abierto informativos. Ver los efectos del viento en un escenario tan suculento (Times Square, Central Park, la Estatua de la Libertad) tiene cierto morbo.

Por estar aquí, sin haber hecho nada especialmente heroico, hoy me han entrevistado varios periodistas (¡incluso he salido en la TV pública!). Me han llegado decenas de mensajes de amigos y familiares preocupados por mi seguridad (gracias, jipis). Es que ha sido un temporal muy fuerte. Lo entiendo.

Hace años viví uno similar en La Habana (Cuba). Nadie me llamó. No porque mis amigos y familiares no me quisieran entonces, sino porque parece ser que apenas salió en prensa. Sin luz, ni agua, ni comida (solo con velas y un dominó, bendito dominó) estuve días acojonada sin dormir. 

Esta vez, por suerte, no he pasado miedo. Ni una pizca. Pero siento mucha rabia. Antes de llegar a "la capital del mundo", Sandy había arrasado Cuba y Haití. En este último lugar ha provocado un nuevo brote de cólera. Allí la gente no se ha quedado sin luz, se ha quedado sin casa. Por favor, contacten con ellos. En Nueva York estamos sin metro, pero bien. I promise. 

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