martes, 14 de octubre de 2008

Reflexiones sobre la dignidad

La semana pasada el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció una nueva ordenanza que prohibirá los hombres-anuncio. A su juicio, "esa forma de publicidad ataca la dignidad de la persona, que tiene que soportar unos carteles que le vejan. En este caso no es por una razón estética. Por eso, el responsable de esa publicidad será sancionado".

Imagino que cuando el alcalde hizo estas afirmaciones sólo se acordó de los extranjeros que se pasean por Sol con el clásico cartel de “compro oro” pero ¿y qué pasa entonces con el trabajo de las azafatas de imagen y promotoras? ¿No es acaso lo mismo?

Hace algún tiempo yo trabajaba como mujer-anuncio. A través de una agencia he llevado en mi cuerpo publicidad de tabaco, de alcohol, de leche, de chicles y hasta de compresas y, aunque reconozco que algunos eslóganes me han dado vergüenza, la verdad es que nunca he sentido que mi dignidad quedara afectada. Así que me pregunto ¿Qué diferencia hay entre disfrazarse de huevo frito para promocionar el canal cocina o ponerse un cartel que anuncie la compra y venta de oro? ¿Por qué el alcalde considera que lo segundo es más indigno?

Igual es que queda feo. No es lo mismo una chica joven española y sonriente que un inmigrante con un triste cartel. Ya le entiendo señor alcalde. No es lo mismo. No vaya a ser que los turistas se queden con una mala imagen de nuestra supermoderna, vanguardista y cosmopolita ciudad. ¡No vaya a ser que piensen que en Madrid hay pobres! Pero entonces, por favor, no tenga la poca vergüenza de decir que no es una razón de estética. Por favor, deje de reírse de los madrileños y ni mucho menos califique de indigno el trabajo de estas personas.

La dignidad es un valor demasiado fuerte en el ser humano como para que pueda perderse por llevar un cartel en el cuerpo. Hace valiosas y libres a las personas, independientemente de su condición económica o social.

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