Por Lucía de la Fuente
Según el último informe Anual de la Profesión Periodística elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), siete de cada diez licenciados en Periodismo en España el año pasado fueron mujeres. Sabiendo que las facultades ‘graduaron’ a un total de 2.550 estudiantes, el resultado quedaría en 1.785 – 765. A pesar de esta feminización de la profesión –originariamente masculina- que ha tenido lugar en los últimos años, es poco frecuente ver a mujeres desempeñando según qué funciones. El reporterismo en situaciones de conflicto sigue siendo un área dominada por los hombres.
Pese a ello, muchas reporteras han visto reconocido su trabajo cubriendo conflictos armados desde que se aceptara seriamente su labor por primera vez durante la guerra de Vietnam. Olga Rodríguez, Maruja Torres, Mercedes Gallego, Ivonne Ridley, Christianne Amanpour, Ana Politkovskay, Kathy Gannon o Sandra Nyaira son sólo algunos ejemplos de cómo llegar a ser una buena profesional pese a los peligros añadidos que conlleva de por sí pertenecer al sexo femenino.
Abusos sexuales
De hecho, la que fuera corresponsal durante varios años para la Agencia Reuters cubriendo conflictos como la guerra civil de Angola, Judith Matloff, asegura que las reporteras de guerra se convierten en muchas ocasiones en “blancos en lugares sin ley que deben luchar permanentemente contra los abusos sexuales de los militares”. Bien es cierto que no es frecuente ver en las noticias denuncias de estas situaciones. Matloff considera que “el temor de que se les retire una tarea o de ser tratadas de manera diferente” hace que las periodistas, en muchos casos, oculten los abusos.
Una encuesta realizada a veintinueve reporteras de guerra por el Instituto Internacional de Seguridad en las Noticias –dependiente de la Federación Internacional de Periodistas (FIP)- en 2005, reveló que más de la mitad de ellas habían sufrido ataques sexuales durante el ejercicio de su profesión. Sin embargo, no existen capítulos que traten la violencia sexual en el Manual de Seguridad de Periodistas del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) y la FIP. “La falta de un debate público sobre el tema ayudaría a explicar esta carencia”, argumenta Matloff.
Pero las ‘reporteras de guerra’ también han contribuido a denunciar abusos y violaciones de derechos de otras mujeres. La periodista Mercedes Gallego, que fue corresponsal en Irak en 2003 para El Correo, publicó el libro ‘Más allá de la batalla’, donde narra sus vivencias como informadora durante la contienda. Gallego denunció, entre otras cuestiones, los abusos sexuales a los que se veían sometidas las militares estadounidenses por parte de sus propios compañeros. Según esta reportera, las infantes de marina femeninas que eran violadas “perdían además el respeto de los demás que consideraban que no eran buenas marines si eran incapaces de defenderse”. El Pentágono abrió una investigación al respecto después de contar con más de 80 denuncias de casos similares.
Además de la amenaza sexual, las mujeres también suelen encontrarse con más dificultades en algunos países a la hora de obtener acreditaciones que sus compañeros hombres. Esta situación se da con cierta frecuencia en el mundo islámico donde la cultura “liberal” de las mujeres occidentales no se acepta. Afganistán, por ejemplo, ha protagonizado escándalos al prohibir el acceso en el aeropuerto de Kabul a periodistas que estuvieran embarazadas.
Un enfoque diferente
La periodista Kate Adie, corresponsal jefa de la BBC después de haber cubierto importantes conflictos como las Guerras del Golfo, afirmó durante la conferencia ‘Mujeres periodistas en situaciones de conflicto’ que “el hecho de que la mujer tenga que esforzarse más que el hombre en las misiones peligrosas forma parte de la evolución del papel de la mujer en el periodismo”. “Las mujeres informan sobre los conflictos de forma distinta a los de los hombres (…), les suelen interesar cuestiones de alcance más general como la manera en que la sociedad se enfrenta a los conflictos” añadió y matizó que mientras los hombres pueden permitirse el lujo de caminar, “tú tienes que correr”.
Informen de manera diferente o no, lo cierto es que las ‘reporteras de guerra’ han demostrado ser como mínimo y al igual que los hombres, aventureras, intrépidas y combativas, y han arriesgado y arriesgan cada día su vida para que el mundo conozca de primera mano qué pasa cuando los gobernantes deciden, por intereses económicos o políticos, sacar a pasear las armas.
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