domingo, 20 de septiembre de 2009

Yo también sobreviví a una Noche en Blanco



Ayer estuve a punto de morir de asfixia en la línea 1 de Metro. Contaré desde el principio cómo llegué a tan trágica situación. Salí con la intención de ver qué se cocía en la Noche en Blanco, esa ‘fiesta cultural nocturna’ que se inventó el Ayuntamiento en 2006 supongo que con buena intención y que, por unos motivos o por otros, aún no había tenido ocasión de conocer.

A las 9.00 horas ya se notaba en La Latina que por allí había mucha más gente de lo normal para ser sábado. Pero bueno, cenamos, nos bebimos ‘los melones de Lu’ y nos echamos unas risas. No descubrí cuál había sido mi primer error hasta que no salí a la calle ya un poquito mareada. Me había puesto tacones. Y no unos medianitos, no. Me había puesto los más altos del armario.

Nuestro destino era la Puerta del Sol, donde habíamos quedado. Miré a mis tacones y mentalmente les dije: “yes, we can”. Al atravesar la Plaza Mayor vimos que regalaban globos blancos con frases tipo: “Perdona por pedirte peras, no sabía que eras un olmo” y otras tonterías por el estilo. La plaza estaba muy bonita, eso sí. Nos costó un buen rato salir de allí y llegar a Sol y aquí ya el abarrotamiento de gente empezó a ocasionarnos algún que otro problema para respirar.

Una vez llegamos a nuestra meta paseamos un rato viendo bandas tocando en la calle y una cabra vestida de mujer, por ejemplo. Durante el paseo mantuve una intensa conversación con mis pies: "¿Por qué nos has hecho esto? ¿Tenías pensado andar tanto?", decían ellos. "Lo siento", les contestaba yo. "Siempre nos haces lo mismo..." replicaban. "No es verdad", me defendía. La conversación se vio interrumpida porque alguien propuso dejar de andar e ir a un garito. Mis pies y yo aplaudimos la idea. Estuvimos allí bebiendo y echándonos unos bailes hasta que yo solita decidí abandonar la fiesta porque ya no eran sólo mis pies los que hablaban, sino que empezó a hablar también mi bolsillo.

Y aquí es cuando llegamos al punto en el que os cuento como puede alguien tener una experiencia cercana a la muerte en el Metro de Madrid: Línea 1. La trágica situación se produce en la estación de Gran Vía. Una avalancha de gente se sube al vagón. Literalmente me entierran bajo ellos. Han cerrado las puertas, no se aún cómo han podido. No hay oxígeno, claramente no lo hay. Un chico me ha puesto el codo en la cara y no lo puede mover porque el pobre también está totalmente inmovilizado. Pero mis tacones me salvan la vida. Gracias a ellos soy más alta que mucha gente y puedo asomar la cabeza para respirar. A pesar de ello parece una situación momentánea y mi instinto de supervivencia me obliga a bajarme en la siguiente parada aunque no era la mía. Oh sí. Estoy salvada.

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